1 Hijo mío, pon atención a mi sabiduría,
y a mi entendimiento inclina tu oído;
2 para que guardes la sana iniciativa, y tus labios conserven el conocimiento. Amonestación contra el adulterio
3 Los labios de la mujer extraña gotean miel,
y su paladar es más suave que el aceite;
4 pero su fin es amargo como el ajenjo,
agudo como una espada de dos filos.
5 Sus pies descienden a la muerte;
sus pasos se precipitan al Seol.
6 No considera el camino de la vida; sus sendas son inestables, y ella no se da cuenta.
7 Ahora pues, hijos, oídme
y no os apartéis de los dichos de mi boca.
8 Aleja de ella tu camino
y no te acerques a la puerta de su casa,
9 no sea que des a otros tu honor
y tus años a alguien que es cruel;
10 no sea que los extraños se sacien con tus fuerzas,
y los frutos de tu trabajo vayan a dar a la casa de un desconocido.
11 Entonces gemirás al final de tu vida, cuando tu cuerpo y tu carne se hayan consumido.
12 Y dirás: "¡Cómo aborrecí la disciplina, y mi corazón menospreció la reprensión!
13 No escuché la voz de mis maestros, y a los que me enseñaban no incliné mi oído.
14 Casi en todo mal he estado, en medio de la sociedad y de la congregación."
Arma Tu Biblioteca Cristiana Más De 230 Titulos De Bendición!
y a mi entendimiento inclina tu oído;
2 para que guardes la sana iniciativa, y tus labios conserven el conocimiento. Amonestación contra el adulterio
3 Los labios de la mujer extraña gotean miel,
y su paladar es más suave que el aceite;
4 pero su fin es amargo como el ajenjo,
agudo como una espada de dos filos.
5 Sus pies descienden a la muerte;
sus pasos se precipitan al Seol.
6 No considera el camino de la vida; sus sendas son inestables, y ella no se da cuenta.
7 Ahora pues, hijos, oídme
y no os apartéis de los dichos de mi boca.
8 Aleja de ella tu camino
y no te acerques a la puerta de su casa,
9 no sea que des a otros tu honor
y tus años a alguien que es cruel;
10 no sea que los extraños se sacien con tus fuerzas,
y los frutos de tu trabajo vayan a dar a la casa de un desconocido.
11 Entonces gemirás al final de tu vida, cuando tu cuerpo y tu carne se hayan consumido.
12 Y dirás: "¡Cómo aborrecí la disciplina, y mi corazón menospreció la reprensión!
13 No escuché la voz de mis maestros, y a los que me enseñaban no incliné mi oído.
14 Casi en todo mal he estado, en medio de la sociedad y de la congregación."
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